La libertad que sirve, la servidumbre que libera
Siempre se habla del emprendimiento como una conquista de la libertad.
El gran sueño contemporáneo:
—“Sé tu propio jefe.”
—“Organiza tu tiempo.”
—“Construye tu vida sin pedir permiso.”
Y sí… hay algo de verdad en eso.
Pero nadie te cuenta que esa misma libertad viene envuelta en una cuerda fina y silenciosa que, si no la conoces, puede terminar sujetándote más que cualquier horario de oficina.
La libertad del emprendedor no es un campo abierto.
Apostar por el talento
Durante años he visto cómo el mundo de la inversión buscaba cifras como quien busca señales en un mapa: Métricas, gráficos, comparativas, múltiplos…
Todo útil, todo necesario. Pero no definitivo.
Hay algo que no cabe en un Excel: el talento.
Ese talento que no hace ruido. Ese que no siempre llega de la mano de un pitch espectacular, porque está demasiado ocupado construyendo. Ese que no vive de tendencias, sino de convicciones.
Escribir para abrir camino
Hoy no escribo para hacer memoria, ni para dejar constancia del día. Hoy escribo para abrir camino.
Hay algo extraño en este ejercicio de venir cada mañana a poner palabras, como quien afina un instrumento que aún no domina. Es un gesto sencillo, repetido, pero que tiene algo de obra mayor: te obliga a escucharte y a no moverte del sitio hasta que aparece una frase que respira contigo.
Hoy he visto claro que el camino no se encuentra: se escribe. Se desgrana un poco cada día, como una cuerda tensa que decide por fin sonar limpia.
Hugo sonríe mientras compila
Hoy me he dado cuenta de algo curioso: cada vez que escribo un post para este blog y lanzo un hugo en la terminal, siento que mi hijo pequeño me guiña un ojo desde algún lugar invisible del sistema operativo.
A Hugo (mi hijo) siempre le ha brillado la mirada con ese entusiasmo que desarma.
Y a Hugo (el software) también. Solo que él lo hace de otra forma: compila deprisa, ordena mis ideas y pone cada cosa en su sitio sin que yo tenga que pedirlo dos veces.
IA y emprendimiento: quién lleva ahora el timón
Hoy es 1 de diciembre de 2025 y, si eres emprendedor/a, seguramente te pasa algo parecido a mí: abres cualquier red social y hay más “prompts definitivos” que cafés en una incubadora un lunes por la mañana.
IA por aquí, IA por allá.
Automatiza tu vida. Lanza una startup en una tarde. Hazte rico mientras te tomas un café con leche de avena.
Y en medio de todo ese ruido, cualquiera como yo, pongamos que soy Ángel Monroy García (poner mi nombre es cosa del SEO), sigo aquí, tecleando a la vieja usanza: una palabra detrás de la otra, intentando entender qué está cambiando de verdad… y qué no.
Domingo: seguir escribiendo
Hoy es domingo 30 de noviembre y, por primera vez en mucho tiempo, siento que el día está siendo un poco más ligero que otros.
Yo, Ángel Monroy García, sigo aquí, escribiendo, aunque a veces cueste sostener la luz o fijar la vista.
No ha pasado nada espectacular: no ha llegado una gran noticia, no se ha firmado ningún contrato, no se ha caído del cielo ninguna señal luminosa que lo cambie todo.
Renacer cuando nadie lo espera
Renacer no es volver a ser el de antes; es atreverse a caminar hacia la persona que siempre estuvo dentro de ti.
Hay instantes en los que la vida parece detenerse: proyectos que se congelan, caminos que se desdoblan, certezas que se vuelven preguntas. Y de pronto descubres que, en medio de ese silencio, también se quiebra una parte de la imagen que tenías de ti mismo.
Renacer no es un acto estridente. Es un gesto íntimo: respirar hondo, hacer espacio, escuchar la brújula interior y avanzar con pasos que, aunque pequeños, son verdaderos.